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En una ciudad que vive acelerada, La Barra de al Lado invita a desacelerar con un lenguaje claro: el del vermut, las conservas y el apetito bien atendido. Concebida por los chefs Lula Martín del Campo y Nicolás Martín del Campo, esta pequeña joya, abierta desde hace año y medio junto al restaurante Marea, se ha convertido en un refugio para quienes buscan sabor, pausa y profundidad en cada sorbo y bocado.
Donde el vermut es rey
Aquí, el vermut no es tendencia: es devoción. La carta incluye más de 100 etiquetas de todo el mundo, con selecciones de Grecia, Francia, Italia y México. Y como si no bastara con la curaduría global, el chef Nico creó cuatro vermuts de la casa: blanco, rosado, rojo y naranja, cada uno con carácter propio.
Probamos el rosado, de jamaica, vainilla, fresa e higo, y el blanco, más seco, con notas cítricas y de hierbas. Ambos armonizaron perfecto con la propuesta salina del lugar.
¿En lata Sí, por favor.
Para acompañar, pedimos una lata de caviar. No, no es de esturión ni pretende serlo. Esta versión —más accesible y pensada para ampliar el paladar del comensal— es una propuesta más democrática que invita a perderle el miedo a probar. Llegó con papas fritas, pan y un dip con perejil, chile serrano y un toque ácido que realzó su sabor salino y redondo.
Los mejillones en escabeche, servidos sobre papa cocida y acompañados de tres salsas —una verde de ajo y perejil, una beurre blanc untuosa, y otra de aceite de chile con pimentón— fueron un verdadero ejercicio lúdico. La papa actuó como lienzo neutro y cremoso para ir jugando con combinaciones, y cada bocado fue diferente: picante, fresco, ácido, graso… un viaje. Puntos extras por el espectáculo de abrir la lata en la mesa.
La torta de carne tártara estilo apache, montada sobre pan y acompañada de papas, ofreció un picor controlado que equilibró el frescor de la carne. El resultado fue redondo, casi nostálgico, con ecos a comida del norte, pero hecho con técnica y respeto absoluto por el producto.
No podía faltar el pâté de campagne, un clásico francés servido con alcaparrones, mostaza Dijon a la antigua y baguette de masa madre. Esta combinación aportó una textura cremosa y un sabor profundo, equilibrado con la acidez y el crujiente del pan, que complementa perfectamente el carácter rústico del pâté.
El espacio —íntimo, sin pretensiones, pero perfectamente diseñado— permite mirar al comensal de al lado, intercambiar una sonrisa con quien atiende o simplemente dejar pasar el tiempo entre sorbo y bocado. Hay algo profundamente europeo en la propuesta, pero con alma mexicana. Un encuentro de ambos mundos.
La Barra de al Lado es un sitio que democratiza el vermut, resignifica el enlatado y nos recuerda que los grandes placeres, muchas veces, caben en una lata bien servida.
Dónde: Sinaloa 250, Roma Nte., Cuauhtémoc, 06700 Ciudad de México, CDMX
Costo: $$
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