En el corazón de San Ángel, Playas de Sinaloa busca transportar a sus comensales desde las calles de la ciudad hacia las costas de su estado homónimo, a través de un concepto renovado que mantiene la esencia de la marca pero con un enfoque contemporáneo.
Con seis años de trayectoria en la Ciudad de México y cuatro sucursales, esta nueva ubicación ofrece una propuesta que transforma tanto el espacio como la manera en que experimentamos la cocina sinaloense.
Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una cata del restaurante y fue como tomar un vuelo directo al Pacífico. La frescura de la barra fría, que sigue siendo el pilar de la experiencia, logra mantener la conexión con los sabores tradicionales, aunque hay momentos en los que uno espera un poco más de ese “sazón” sinaloense que promete.
La primera parada en este recorrido fue el shot de ceviche, un comienzo refrescante que evocaba la brisa del mar, aunque carecía de la intensidad que uno esperaría de los cítricos.
La empanada de marlín fue crujiente por fuera y una explosión de sabores en el paladar. Sin embargo, el queso crema que lo acompañaba sobresalía entre todos los sabores.
El paté de camarón de la casa fue una sorpresa, los sabores en el pequeño canapé ofrecían una visión de Mazatlán que duró un sólo bocado.
El siguiente platillo, un pan de centeno con salmón y tomate cherry, una mezcla de rusticidad y elegancia.
La tostada de pulpo al ajillo era un homenaje claro a la cocina sinaloense, con el pulpo cocido a la perfección. Aquí, el ajo aportaba el toque justo sin ser invasivo, acercándose más a los sabores que uno esperaría encontrar en una marisquería tradicional.
El camarón momia, relleno de queso y envuelto en tocino, tenía ese toque indulgente, aunque no sorprendía el sabor a marisco, tenía cualidades que invitaban a repetir la degustación.
Uno de los momentos más destacados fue el aguachile verde, una propuesta clásica que cumplió con su misión: sabores frescos, ácidos y picantes que transportan directamente a las costas del Pacífico. Este platillo fue, sin duda, el que mejor conectó con el legado de la gastronomía sinaloense.
La botana de camarón cocido, aguachile y pulpo estaba bien ejecutada y es una opción para aquellos fudis clásicos.
Por poco olvidaba al cóctel de camarón. Bien, pero definitivamente los aguachiles son su especialidad.
Playas de Sinaloa mantiene su compromiso con la autenticidad en sus propuestas frías, pero en este viaje culinario por las costas del Pacífico, la expectativa de algo más vibrante y profundo a veces queda a la deriva. No obstante, el esfuerzo por traer estos sabores a la Ciudad de México es palpable ¡y parece que van por buen camino!
Aquí, la cocina no solo es una propuesta comercial, sino un intento por mantener viva la herencia sinaloense. A medida que evolucionan, solo queda esperar que sigan afinando los detalles para que esta experiencia urbana y costeña se sienta más cercana al Sinaloa de verdad, ¡no olviden pedir postre! ese se va al corazón.
#PuntoExtra por su nueva decoración, más urbana y que se puede convertir en una perfecta guarida para reuniones de negocios y familiares.
Dónde: Av. de la Paz 57, San Ángel, Álvaro Obregón, 01000 Ciudad de México, CDMX
Costo: $$
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