Entrar a Buenos Díaz, dentro del icónico Hotel Geneve, es como retroceder en el tiempo a un México donde el lujo y la modernidad acababan de llegar. Este restaurante, con sus vitrales antiguos, mesitas de madera y fotografías descoloridas, parece contar historias en cada esquina, de un país que miraba al futuro sin olvidar su arraigada tradición.
El espacio conserva la esencia de principios del siglo XX, cuando Porfirio Díaz (de ahí su nombre Díaz con z) se sentaba a desayunar entre columnas imponentes y aromas de café recién molido, buscando un respiro de su agenda presidencial.
Incluso, los meseros aquí parecen salidos de un álbum fotográfico antiguo. Vestidos como los tradicionales organilleros, cada uno de ellos es una pieza viviente de nostalgia. Al igual que los organilleros tocan melodías llenas de historia y tradición, estos meseros presentan cada plato como una pieza de ese México clásico.
Tomamos asiento y nos sumergimos en un desfile de sabores que rinde homenaje a la nostalgia porfiriana.
Comenzamos con los Chilaquiles Porfis: crujientes totopos bañados en una sedosa salsa de chile pasilla, acompañados de una generosa porción de suadero. Este platillo evoca el tipo de cocina que, con ingredientes sencillos, transporta a quienes lo prueban a las cocinas tradicionales de todo México.
La crema y el queso se equilibran a la perfección con la intensidad de la salsa y la riqueza del suadero, recordándonos que historia y sabor van de la mano.
Luego llegó el Sándwich Porfirio. Un pan suave envuelve crujientes trozos de pollo con un toque de blue cheese y mayonesa especiada. Aunque inesperado, este platillo tiene un carácter audaz, combinando ingredientes modernos con una presentación clásica, como si los sabores de antaño se dieran un apretón de manos con las tendencias actuales.
Después probamos los Molletes Porfirio, de arrachera y cochinita. La suavidad de la carne se deshace en la boca, un recordatorio de que la paciencia sigue siendo el mejor ingrediente.
Finalmente, los Tacos Porkirio, con chamorro cocido en una rica Salsa Patria, nos llevaron a la cúspide de este recorrido. La salsa —profunda y con una complejidad que evoca los sabores de la tierra— embalsama el chamorro con una textura tan tierna que parece casi una caricia.
En Buenos Díaz, cada plato es un puente entre épocas. Uno se sienta, tal vez, con la misma curiosidad y apetito de aquel presidente que una vez se exilió en París, pero que dejó aquí una huella indeleble.
Si visitan el restaurante, no pueden dejar de tomarse una fotografía en la réplica de la silla presidencial, ubicada en un rincón de este salón histórico, ¡un gran spot!
Dónde: Londres 130, Juárez, Cuauhtémoc, 06600 Ciudad de México, CDMX. en el hotel Geneve.
Precio: $$
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